¿Por qué me cuesta tanto cambiar mis conductas?

¿Alguna vez has sentido que, por mucho que desearas, no podías dejar de actuar de un modo concreto, aunque esta conducta te dañara a ti y a otros a medio y largo plazo?

Pues bien, aunque es muy fácil decir «tienes que esforzarte más» o «es cuestión de disciplina», la realidad es que nuestros estilos de afrontamiento, que son el conjunto de mecanismos con los que respondemos ante las demandas de nuestro medio, están delimitados, en muchas ocasiones, por experiencias traumáticas que dejan nuestro comportamiento a merced de reacciones emocionales intensas y, aparentemente incontrolables, que aparecen ante estímulos que activan memorias ligadas a experiencias dolorosas.

Entonces, ¿qué son los estilos de afrontamiento?

De una forma más técnica, podemos decir que los estilos o estrategias de afrontamiento son el abanico de esfuerzos cognitivos y conductuales que desarrollamos para abordar las demandas internas y externas que surgen ante nosotros y que, en principio, parecen exceder nuestros recursos.

Esta definición dota a los estilos de afrontamiento de movimiento y cambio continuo a lo largo del tiempo y es que, para que nuestras conductas sean realmente adaptativas y nos permitan evolucionar necesitamos que fluyan y sean flexibles ante los cambios continuos de nuestra realidad interna y externa. De hecho, lo que hace que un estilo de afrontamiento sea o no adaptativo es la situación en la que se aplica, no la estrategia en sí misma, por ello, necesitan de esta flexibilidad, gracias a la que podemos escoger el modo más adecuado de movernos con armonía ante la vida.

Sin embargo, como hemos mencionado en la introducción de este artículo, pueden existir en nuestra historia de desarrollo vivencias traumáticas que nos han llevado a desarrollar arsenales rígidos de comportamiento que se activan de forma automática e inconsciente ante esos estímulos, que por su similitud o cercanía, activan nuestras memorias de dolor respecto a estas experiencias.

Este hecho se experimenta como un fuerte bloqueo a nivel interno que nos genera una sensación de falta de control y voluntad ante ciertas circunstancias, en las que sentimos que solo podemos actuar y responder de un único modo.

Esto nos puede generar un gran malestar, pues, al no entender realmente qué nos ocurre y a qué se debe, podemos pensar rápidamente que tenemos un problema, que simplemente somos así y es mejor resignarse ante ello, lo cual nos lleva una vez más al inmovilismo y la rigidez a la hora de manejar nuestra realidad.

Sin embargo, lo que necesitamos comprender es que estos mecanismos automáticos y rígidos que se apoderan de nosotros en momentos que nos generan incertidumbre y malestar emocional tuvieron mucha utilidad en el pasado, cuando ocurrieron esas experiencias traumáticas en las que realmente nos sentimos desbordados y sin recursos ni apoyo para vivir e integrar lo que sentíamos. Por eso, estas formas de gestionar ciertos estímulos parecen grabadas a fuego, porque tienen un fuerte significado supervivencial en nuestra historia personal y para nosotros, aunque de modo inconsciente, todavía nos protegen y ayudan ante el dolor, por lo que nos aportan una “ganancia”, aunque sea durante un corto espacio de tiempo, pudiendo aparecer de nuevo el malestar a medio y largo plazo.

“Nuestras reacciones emocionales hablan de nuestras heridas”

Afrontar versus reaccionar

Cuando nuestros bloqueos se activan y sus mecanismos rígidos salen a defendernos de la realidad, el verbo “afrontar” se transforma en el verbo “reaccionar”, pues no estamos valorando y sintiendo lo que nos ocurre u ocurre en nuestro entorno de un modo consciente, escuchando nuestras sensaciones corporales y emociones, reflexionando, comprendiendo la situación, regulándonos internamente y escogiendo una estrategia adaptativa.

Cuando reaccionamos no existe mediador entre el estímulo o situación que llama para ser atendido y afrontado y la respuesta que ofrecemos, pues nos dejamos atrapar por la fuerza e intensidad de las necesidades de nuestro mundo inconsciente, que bien sabe, que lo que está ocurriendo tiene una huella muy potente en nuestra memoria y en nuestro cuerpo. Cuando esto ocurre no somos dueños de nuestra libertad personal, ni estamos escogiendo realmente lo que necesitamos y deseamos en el momento presente, sino que es nuestra mente del pasado la que toma el control de mando para salvarnos de lo que ya nos supuso un profundo dolor en un momento dado.

Sin embargo, aunque estos mecanismos defensivos tengan la mejor de sus intenciones, no nos permiten avanzar y, a la larga, nos dejan con más asuntos a resolver de los que ya existían previamente. Por ello, es fundamental que hagamos un profundo trabajo interior que nos permita integrar estas vivencias traumáticas desde la calma y la seguridad, abriéndose así la puerta a la flexibilidad y al desarrollo de nuevas estrategias de afrontamiento.

Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad


Viktor E. Frankl

4 factores clave para un afrontamiento adaptativo

Para finalizar os queremos dejar con esta selección de factores que consideramos clave a la hora de desarrollar estilos o estrategias de afrontamiento que se adapten realmente a nuestra realidad y que tengan sus raíces en nuestra libertad y esencia personales. Además, lo positivo de estos 4 factores es que son capacidades y procesos sobre los que tenemos decisión y poder de cambio, pues se pueden entrenar y mejorar enormemente.

Flexibilidad cognitiva

Es la capacidad que posee nuestro cerebro para tomar perspectiva y reflexionar acerca de la realidad, pudiendo barajar diferentes opciones, puntos de vista y oportunidades, lo que nos permite ser creativos y adaptarnos de formas muy diversas a situaciones novedosas, demandantes y cambiantes. La flexibilidad cognitiva nos permite ir reduciendo nuestra rigidez mental y descubrir y emplear recursos y potenciales nuevos o con los que no sabíamos que contábamos.

Inteligencia emocional

Es la capacidad que nos permite escuchar, comprender, regular, integrar y hacer un buen uso de nuestras emociones, las cuales siempre están presentes a modo de mensajeras de cómo estamos respondiendo e interactuando con nosotros mismos y con el medio. Si no cultivamos nuestra consciencia y nuestro manejo emocional, estas vitales compañeras nos resultarán molestas y no podremos utilizar la información que nos dan, fundamental para adaptarnos correctamente, afrontar la vida con sabiduría y evolucionar.

Autoconocimiento

El autonocimiento, tal y como su nombre indica, es el conocimiento profundo de uno mismo. Esto supone un trabajo de introspección, escucha y observación de nuestras emociones, de nuestro cuerpo, de nuestro diálogo interno y de los mecanismos de nuestra personalidad.

Asimismo, este trabajo interior también implica reconocer nuestros recursos personales, nuestras fortalezas, nuestros valores y aquello que nos hace sentir pasión y realización personal.

Conocer bien nuestro mapa interior supone tener una consciencia amplia de lo que vive dentro de nosotros, lo que nos dota de libertad de movimiento sobre todas estas realidades, pudiendo escucharlas y emplearlas con sabiduría y no con rigidez.

Responsabilidad personal

Hacer uso de nuestra responsabilidad implica ser libres a la hora de actuar y tomar nuestras decisiones. Sin embargo, cuando no nos conocemos a nosotros mismos no somos realmente libres, ni actuamos en base a nuestra esencia personal. Por ello, la responsabilidad personal tiene una relación clara con el autoconomiento y es fundamental para asegurar una adaptación positiva a la realidad.

Asimismo, ser conscientes de nuestra responsabilidad personal y ser consecuentes con ella, supone discernir qué asuntos pertenecen realmente a nuestro “dominio”, es decir, qué asuntos necesitan ser afrontados por nosotros mismos y sobre qué asuntos tenemos poder de cambio. Esto nos permite no responsabilizar a otras personas o circunstancias de nuestras propias emociones y conductas, del mismo modo que no nos desgastaremos ante aquellas problemáticas que necesitan ser resueltas por otras personas, aunque nosotros sí podamos estar presentes y a su lado.

Tus conductas actuales no son tu destino

Si has llegado a este artículo porque sientes que hay conductas y mecanismos recurrentes en tu vida con los que te sientes bloqueado, que te generan consecuencias negativas y que deseas cambiar, aunque ahora sientes no tener control sobre ellos, quiero decirte que esto tiene solución y que ni estás destinado a ello, ni ocurre nada malo ni permanente dentro de ti.

No nacemos determinados a ser y a comportarnos de un modo concreto, pero sí necesitamos comprender profundamente los mecanismos de nuestra personalidad y por qué está reacciona de este modo, pues, aunque no lo creamos, existe una causa y un sentido en toda esta cadena de engranajes que parece definirnos.

Nuestras conductas, nuestras creencias y el modo en que nos relacionamos con nuestro mundo interior y con los demás habla de nuestra historia de desarrollo y de cómo han ido encajándose las experiencias de nuestra vida, pero nosotros sí tenemos el poder y la responsabilidad de transformar el modo en que lo gestionamos.

Recuerda que es muy positivo y, en muchas ocasiones fundamental, ser acompañado en este camino por un profesional que te guíe y te aporte seguridad en cada paso del proceso, por lo que la psicoterapia individual te puede ayudar enormemente a crear un antes y un después en tu día a día. Asimismo, existen herramientas de apoyo que son muy útiles a la hora de trabajar nuestro interior y facilitar estados de conexión, de calma y regulación, como la práctica de Mindfulness.