Filosofía sensible
La filosofía de EmocionAgil se fundamenta en tres pilares que consideramos esenciales para la evolución y el bienestar de las personas:



Unificar cuerpo-mente-espíritu
Desde que nacemos y pasamos del vientre de nuestra madre al mundo exterior, conectamos con la vulnerabilidad, el miedo y las sensaciones primitivas de muerte y supervivencia, aunque estemos rodeados de nuestros familiares y figuras de referencia, que, en su mayoría, se ocupan de nutrirnos y cuidarnos. El enfrentarnos a estas realidades en los periodos más sensibles de nuestro desarrollo supone un gran choque para nuestro sistema, para la unidad que forman nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
A estas experiencias primarias se van sumando las vivencias, las emociones y sensaciones que se desprenden del contacto con nuestras figuras de apego, que lo son todo para nosotros cuando somos niños. Necesitamos que ellos cubran todas nuestras necesidades físicas y emocionales y que nos hagan de espejo para que poco a poco podamos ir tomando consciencia de nuestra propia existencia. Sin embargo, no siempre estas necesidades se ven nutridas como el niño necesita, especialmente las que están relacionadas con el soporte, comprensión y regulación de sus emociones. A nuestros padres, al igual que a la mayoría de nosotros, no les enseñaron que somos seres emocionales, que somos cuerpo y movimiento y que necesitamos estas dimensiones fundamentales para desarrollarnos y reconocer y manejar nuestra identidad.

Cuando se da esta circunstancia, muy dolorosa y desbordante para el niño, este emplea un mecanismo que le permite fragmentarse y enviar esas partes que no son vistas, aceptadas o atendidas por el entorno a un lugar de sombra, donde ya no creen “problemas”, “incomodidad” o sensación de rechazo y abandono. Nuestra mente tiene esta capacidad, la de decir “no” a sus emociones, la de poner candados cuando se despierta un sufrimiento inconcebible para la persona. Pero ¿qué pasa con estos fragmentos? ¿qué ocurre con estas emociones, estas vivencias y estas partes de nuestro ser que no tienen lugar?, ¿acaso desaparecen?

La respuesta es no, no desaparecen, de hecho, siguen teniendo mucha presencia en nosotros, pero esta vez desde nuestro inconsciente y nuestro cuerpo, que no son capaces de cerrar la puerta a nuestra verdad. Esto se manifiesta en dificultades para reconocer, comprender y manejar nuestras emociones, dificultades para construir nuestra identidad y conectar con nuestro ser, complicaciones en nuestras relaciones personales y síntomas corporales que indican la somatización de los estados emocionales que no pudieron ser afrontados e integrados.
Nuestro cuerpo es el mensaje y la proyección más clara de nuestro mundo inconsciente y de aquellos espacios que llaman para ser resueltos. El cuerpo es el reflejo de nuestra estructuras de pensamiento, de nuestra forma de sentir y de afrontar la vida, así como de nuestra forma de relacionarnos con un otro. Nuestro cuerpo puede estar abierto a la vida o por contra ser un rígido muro de contención y protección, repleto de tensiones musculares y posturas defensivas que no hacen más que recordarnos que vemos el mundo como un lugar hostil en el que se nos daña. Asimismo, nuestros hábitos nutricionales y relacionados con la salud física también son un reflejo de la relación que mantenemos con nosotros mismos y que puede ir desde el autocuidado a la negligencia y el maltrato.
Nuestro estado de salud emocional, de salud corporal y de flexibilidad y movilidad de nuestras estructuras mentales y físicas son un buen termómetro para saber de dónde venimos, qué nos dañó y nos mantiene atrapados en el malestar y qué conductas y posturas hemos adoptado para sobrevivir y seguir adelante, a pesar del dolor.
Por ello, es de vital importancia que trabajemos en nosotros mismos desde un enfoque integrativo y multifactorial, ya que nuestro sistema no entiende las divisiones del lenguaje y funciona como una unidad en la que cuerpo y mente permanecen en interacción y feedback continuo. Si trabajamos nuestro mundo emocional frenaremos la somatización del dolor y la limitación en el cuerpo y trabajando y fortaleciendo nuestro cuerpo lograremos funcionalidad y amplitud en el movimientos, que se traduce en un estado emocional positivo.
Liberar nuestra esencia individual
Desde la infancia nos han enseñado a construir, a perseguir metas de manera compulsiva, metas que supuestamente nos dirán quiénes somos y cuál es nuestro valor como personas. Nos esforzamos continuamente por “ser”, por llegar más alto o más lejos, nos han contado que nuestros “huecos” se llenan buscando fuera de nosotros. Lástima que hayamos buscado tanto tiempo el sentido de nuestra vida en lugares tan lejanos, perdiendo la noción de lo que teníamos tan cerca, nuestro interior.
No nacemos siendo recipientes vacíos, nacemos “siendo esencia”, “siendo puros” y “somos” por el mero hecho de existir, aunque esto parezca una simpleza. El mundo es nuestro escenario, el lugar donde desenvolver nuestras capacidades e intereses, el lugar donde poder vivir experiencias y transformarlas en conocimientos y sabiduría, el lugar donde vincularnos y reconocernos en la mirada del otro y sin embargo, el mundo se ha convertido en un camino escabroso en el escarbar para obtener una felicidad ficticia y no soltarla, aunque paradójicamente esto nos cueste nuestro verdadero bienestar.
Tendemos a vivir ajenos a nuestra esencia, a nuestra naturaleza innata, porque nos hemos contado una historia en la que estamos vacíos o incompletos y en la que no somos casi nada por nosotros mismos. Necesitamos aprender a mirar y a mirarnos, cuestionarnos cuánta verdad hay en lo que creemos o nos han contado que somos y comenzar a conectar con la belleza y el asombro de descubrir partes de nosotros no reconocidas anteriormente.

Olvídate de la idea de que debes demostrar algo a tu entorno, ya que la vida es un proceso creativo y de búsqueda, pero no para llenarnos de algo que nos defina, nos sostenga y nos permita encajar, sino para descubrir lo que somos realmente y atrevernos a desplegarlo.
Ver más allá de nosotros mismos
Para el niño es necesario reconocer su “yo”, es decir, tomar consciencia de su existencia, de sus necesidades, de sus emociones y de su cuerpo. Cuando existe una correcta nutrición, comprensión, aceptación y regulación de este pequeño “yo”, por parte de sus figuras de referencia principalmente y también por el ambiente sociocultural y educativo del niño, este es capaz, cuando alcanza la adultez, de vincularse de un modo saludable y expansivo, pudiendo conectar emocionalmente con aquello que habita fuera de él, cuidando de sí mismo a la par que se encuentra disponible para entregarse en la interacción con un otro.
Sin embargo, existe un patrón generalizado que ha hecho que la mayoría de niños no logren ser nutridos afectivamente como necesitarían y no lleguen a visualizar la totalidad de su “yo”, lo que se traduce en una pobre y en ocasiones angustiosa relación tanto con su mente, su cuerpo, como con su entorno.
Estos niños somos los adultos que formamos el mundo actual y sintiéndonos cojos no podemos ponerle pies firmes y conscientes a nuestro entorno. Es por ello, que es necesario que invirtamos tiempo y trabajo personal en hacernos cargo de este “yo niño” que habita en nosotros y nos responsabilicemos de sus necesidades, ya que cuando nos hacernos cargo de nuestro mundo interno y nuestra evolución personal, algo cambia en nosotros; pasamos de la dependencia y el victimismo a la responsabilidad personal y la proactividad

Esta responsabilidad personal implica empatía, implica respeto, implica compasión y entendimiento. Cuando vamos más allá de nuestra cárcel mental, nos damos cuenta de que no vivimos solos en el mundo, de que existen otras personas y seres igualmente valiosos, con sus propias necesidades y anhelos. Conocer y trabajar nuestro “yo” es el primer paso para lograr un impacto positivo en el mundo, para aumentar la consciencia global, para mejorar estructuras sociales y culturales que limitan y empobrecen al ser humano, para darnos cuenta de lo valiosa que es nuestra Tierra y para darnos cuenta de que merece la pena conquistarse a uno mismo para aportar un legado con valor y significado.
Nosotros sí creemos que podemos transformar el mundo en un lugar más consciente y verdadero y aunque para muchos esto sea idealismo y utopía, para nosotros es cuestión de valentía Si tú piensas y deseas lo mismo, comienza mirando y estructurando tu misión dentro de ti, nosotros te acompañamos en este apasionante camino.